domingo, 31 de marzo de 2013


Cecilia lleva una vida de ensueño, es guapa, joven, segura de sí misma, un tanto alocada, trabaja como diseñadora y pocas son las cosas que se le resisten cuando se lo propone. Durante un viaje a Londres con motivo de un desfile conoce a Jack, un chico tímido y algo peculiar que trabaja como camarero del hotel en el que se hospeda.
Jack ejercerá como guía por la ciudad, y a su vez enseñará a Cecilia que a veces la mejor respuesta  es  no decir nada, que es conveniente pararse de vez en cuando a escucharse a uno mismo y que las mayores alegrías son aquellas que vienen sin proponértelo.
Cecilia creía saberlo todo sobre la vida, no sabía que en realidad, iba a empezar a descubrirlo…

viernes, 1 de febrero de 2013

Agradecimientos





A todos mis amigos, a todos los que alguna vez me animaron a seguir escribiendo y a todos los que haya podido distraer mi historia aunque fuese solo durante un rato.

Muchas gracias a todos.

Último capítulo



Jack murió a las 22:51 h.
Probablemente una media hora antes, el tiempo en que el cirujano se dio cuenta que lo había perdido y la enfermera se acercó a comunicar la noticia que nadie quería escuchar.
Hubo llantos, lamentos, desesperaciones y todo lo que se puede imaginar cuando alguien pierde la vida de forma tan injusta, cuando alguien se topa con un destino cruel a las primeras de cambio, cuando alguien a quien quieres se va para siempre.

El señor Arnold regresó al comedor, aunque no contrató a nadie en muchos meses, nadie era lo bastante torpe como Jack.
Elisabeth recibió la noticia en el aeropuerto de vuelta a París, las lágrimas que derramó de impotencia por todo el tiempo de ausencia, bueno, solo Elisabeth lo sabe.

En cuanto a Cecilia, fue todo lo fuerte que pudo y que solía ser. Consiguió llamar la atención de los empresarios de L&V, localizó una zona comercial donde su empresa abriría una pequeña sucursal que llenaría de orgullo a Mark y de admiración a sus compañeros, especialmente a Cintia. En definitiva, siguió siendo ella misma.
Sólo en una ocasión, mientras paseaba una mañana entre los árboles de St James's Park, se dejo caer en un banco  al mismo ritmo que una lagrima le caía del ojo derecho al ver de fondo la noria que tan buenos recuerdos le traía. Miró hacia arriba intentando reprimirla cuando notó un ligero viento, algo así como una brisa…
La situación, tan familiar y distinta, le hizo levantarse.
La lágrima se había secado.
Cecilia, después de mucho tiempo, no pudo evitar sonreír.

Capítulo 22



-       El tumor le ocupa parte del hipocampo y le oprime la amígdala, tenemos que intervenir de urgencia.

Apenas conocía el significado de cada una de las palabras que el jefe del servicio de cirugía acababa de pronunciar, pero fue la peor frase que Cecilia escucho nunca, ¿Cómo era posible? Jack estaba bien, quitando las pérdidas de memoria que a tenía en ocasiones y la desorientación que a veces sufría, la palabra tumor era algo para lo que no se había preparado, ¿Qué iba a pasar ahora? ¿Jack lo sabía? Se dirigió rápidamente a la habitación donde, al contrario de lo que la lógica indicaba, fue Jack quien la tranquilizó.

-       Tranquila, era algo que podía pasar, estaré de vuelta enseguida, te volveré a ganar al hundir la flota y te llevaré a todos los sitios que te prometí, debo ser el peor guía de toda la historia – dijo Jack intentando calmarla.
-       A cambio he conocido el famoso Garden Hospital – respondió Cecilia, reprimiendo las ganas de llorar.

 La enfermera hizo un gesto en la puerta indicándole a Cecilia que era la hora en que debía trasladar al paciente a quirófano.
-      Todo saldrá bien – le dijo Jack sonriéndole, al tiempo que le apretaba la mano con todo el cariño que la vía que tenia colocada en el brazo le permitía.
Una lágrima recorrió parte de la cara de Cecilia antes de que Jack abandonase la zona permitida a los familiares y se cerrasen las puertas de la sala de operaciones. Antes de soltar la mano del chico, notó un ligero viento, algo así como una brisa que no provenía sino del fondo de los pulmones de Jack.
-       Guárdatela, no harán falta - dijo Jack, despidiéndose.

Las puertas del quirófano se cerraron.
La lágrima se había secado.

Capítulo 21



La visita de Elisabeth duró el tiempo que Cecilia tardó en bajar con la escusa de algo para comer para dejarlos solos. No es que Jack no se alegrase de verla, había pensado muchas veces en ese momento, no fue por rencor, ni por despecho. Tampoco fue por timidez por el tiempo trascurrido, ni siquiera por vergüenza de que el reencuentro se hubiese producido en un hospital, no fue por nada de eso, simplemente fue, por nada. Había imaginado durante los diez últimos años si algún día volvería a verla y como sería. Se imaginaba diciéndole que seguía queriéndola, cogiéndole de la cintura y robándole un  beso que duraría minutos, horas tal vez, quizás toda la vida.
Pero lo que ocurrió poco se pareció al cuento de hadas que Jack había estado formando durante estos años. Fue un encuentro educado, algo forzado tal vez, parecido a cuando ves a tu mejor amigo de la infancia y te das cuenta de que pocas son las cosas que ya os unen.
Elisabeth le contó que había venido por trabajo durante tres meses, y que el señor Arnold le contó lo ocurrido cuando preguntó por él en comedor del hotel. No hablaron nada del pasado, probablemente ambos pensaron que siquiera merecía la pena.
Se despidieron con un abrazo y un beso en la mejilla izquierda, prometiéndose mantener el contacto de aquí en adelante.
De esta forma, Elisabeth abandonó el hospital con el mismo sigilo con el que había entrado, pero con miles de preguntas azotándole la cabeza.
Fue entonces, cuando el pomo de la puerta se cerró y el ruido de la bisagra cesó, cuando Jack comprendió que durante mucho tiempo se había agarrado a la imagen de la chica que vio partir a París cuando apenas era un crio, añorando un amor que ni siquiera el mismo se había dado cuenta que fue cesando lentamente. Pero por encima de todo se dio cuenta de una cosa, y es que las heridas, aunque sean en el corazón, y aunque la cicatriz sea gigante, siempre acaban curándose.

Capítulo 20



Un vuelo procedente de París se disponía a tomar tierra en suelo londinense, decenas de personas impacientaban dentro del avión a la espera de la inclinación y la bajada del aparato, entre ellos una joven abogada que regresaba a la que había sido su ciudad hace diez años.

-       Mmmm, A 2 – dijo Jack, apoyado sobre el respaldo de su almohada.
-       Joder chaval, no da ni una, agua -  respondió Cecilia, al borde de la cama.

El avión aterrizó sin apenas sobresaltos, salvo un hombre un tanto histérico que se empeño en llamar a su mujer para decirle cuanto la quería y que cuidase de ella y de sus hijos y…y el avión ya estaba parado. Se dirigió hacia la zona de recogida de su equipaje preguntándose como estaría la ciudad después de tanto tiempo, maldiciéndose en lo rápido que podía llegar a trascurrir el tiempo y esperando, por encima de todo, que Jack estuviese bien.

-       Déjame pensar que está vez no fallo, a ver…E 6 – dijo Jack con cierto tono de súplica.
-       Vaya vaya, parece que estamos afinando, tocado. – respondió Cecilia entre risas
-       ¡Lo sabía! Empieza mi remontada, prepárate – apuntó Jack, animándose sobre la cama.

Paró el primer taxi que vio, indicándole al taxista, con un inglés que dejaba patente un acento francés del que no se había podido librar, la dirección del Gardem Hospital.

-       Solo una pista, ¿horizontal o vertical? – preguntó Jack esperanzado
-       Diagonal
-       No puedes poner un barco en diagonal Cecilia.
-       Pues eso mismo, que no te diré nada – se burló Cecilia.
-       Muy graciosa señorita, E 7
-       Me voy a tener que poner seria, tocado.

Cerró la puerta del taxi de un portazo, fruto del nerviosismo que le acechaba, abrió la puerta de entrada al hospital y se dirigió a recepción, preguntando por la habitación de Jack Lemacks.

-       Tu barco va a quedar más hundido que el Titanic, E 8.
-       Tocado – dijo Cecilia dejándose caer sobre la cama, a la espera de la derrota.

Dudó entre coger el ascensor o subir por las escaleras. Finalmente se inclinó por lo primero al comprobar el peso de su equipaje de mano. Habitación 216, 217, 218…

-       Bueno Cecilia, despediré la partida en español, para que no te pongas triste con la derrota, ha sido un placer ¡eh! – se burló Jack esta vez

El pomo de la puerta se dobló dando lugar a ese ruido característico que indicaba que a la bisagra le vendría bien un poco de aceite para dejar de gruñir. Cuando al fin se abrió, ni siquiera el sonido de la vieja puerta pudo con el silencio.

-       ¿Elisabeth? – preguntó Jack, no directamente a la chica que acababa de asomar, sino más bien al mundo en general.
-       Hundido – dijo Cecilia.