miércoles, 19 de septiembre de 2012

Capítulo 13

El paseo por el London Eye no fue lo que podríamos llamar una velada romántica. No hubo miradas complices, ni caricias en la mano ni amago de ningún tipo de beso.
Cecilia estaba demasiado impresionada mirando todo cuanto alcanzaban sus ojos, sin reparar que tal vez lo más importante de todo estaba justo a su lado. No fue sin embargo un momento tan plácido para Jack, quien se esforzaba por disimular las náuseas que aquel aparato le provocaba en cada giro mostrando un ángulo de visión diferente desde cada punto.

- ¿Te encuentras bien? - preguntó Cecilia al volver a pisar tierra firme, percatándose del color pálido que cubría la cara del chico.

- Si, bueno...un poco mareado, las alturas y tantas vueltas creo que no son mi combinación favorita, pero se me pasará enseguida. - respondió Jack sonriendo, intentando tranquilizarla.

- Bueno, será mejor que volvamos al hotel, tengo que hacer algunas cosas en el ordenador antes que mi jefe empiece a llamarme.

- De acuerdo, si te parece podríamos volver andando, asi se me pasará un poco este mareo.

- Claro, además, con el aspecto que tienes, dudo mucho que ningún taxista se parase a llevarnos. - bromeó Cecilia.

Estuvieron caminando alrededor de 40 minutos hacia el hotel, tiempo que Cecilia consideraba más que suficiente para que la cara de su amigo recuperase un color algo más natural. Sin embargo, jack seguía absorto. Era demasiado educado para suplicarle a Cecilia que bajase el volumen de su voz, que por momentos le martilleaban la cabeza como si de un tambor africano se tratase.

- Jack, tienes muy mal aspecto, lo mejor será que te vea un médico, vi un servicio de urgencias esta mañana desde el taxi, no queda muy lejos de aquí. ¿Jack? ¿Me oyes?


En la otra esquina de la calle, un niño pequeño sostenía un cucurucho de vainilla al tiempo que, con el otro brazo, le señalaba a su madre la dirección en la cual un hombre caía desplomado en el suelo al grito desesperado de su amiga.


Cecilia marcó torpemente desde su móvil el número que Marc le había dejado en caso de que algún día estando sola se encontrase indispuesta. Le explicó lo mejor que pudo lo ocurrido y la dirección donde estaban a la voz que le respondió al otro lado del teléfono a la vez que le pedía que se calmase.

La ambulancia apareció en poco tiempo, justo el mismo poco tiempo en que Cecilia supo que su viaje, aquel que anhelaba desde hacía tanto tiempo, estaba a punto de complicarse.