viernes, 7 de diciembre de 2012

Capítulo 14



La vida de Cecilia estaba llena de momentos en los que el tiempo parecía trascurrir caprichosamente, como si un pequeño ser dispusiera a su antojo el movimiento de las agujas del reloj, adelantándolas de forma rápida o poniendo todo su empeño en que el siguiente minuto diese con una nueva hora, siempre al contrario de lo que Cecilia desease en ese momento, así que, como en ese momento Cecilia deseaba con todas su fuerzas llegar al hospital y que una voz tranquilizadora le dijese que todo era un susto y Jack se pondría bien de inmediato, el pequeño ser de las agujas del tiempo se esforzó todo lo que fue capaz por que las agujas avanzasen tan lentas como pudo.

-          Debe usted permanecer aquí, enseguida le comunicarán como se encuentra, no se preocupe, está en buenas manos.

La sala de espera del Garden Hospital no difería mucho de las salas de hospitales y urgencias que estaba acostumbrada a ver, paredes amarillentas que no invitaban al optimismo precisamente, sillas apiladas en fila donde un concierto de suspiros, llantos, gemidos,   preguntas a enfermeros y toses daban la bienvenida al entrar. Ni siquiera la mujer de recepción era diferente a las que solían ocupar esos puestos, seria y de pocas palabras, se limitaba a rellenar la ficha del enfermo de turno y avisarles de su pase a consulta, todo ello sin esbozar la más mínima sonrisa.

El pequeño ser del tiempo seguía haciendo de las suyas, y cada vez que Cecilia miraba el reloj de su muñeca izquierda, segura, esta vez sí, de haber pasado un par de horas desde la última vez que le dio un vistazo, éste volvía a salirse con la suya, y el suspiro de la joven se hacía patente en la sala.

Los pasos de una enfermera, de unos 35 años, se dirigían a la sala de espera al tiempo que miraba en su carpeta, recordando un nombre que le pareció de origen español.

-          ¿La señorita Cecilia Torres? – dijo la mujer, con voz clara y algo seria.

-          Sí, soy yo – contestó Cecilia, lo más rápido que pudo.


-          - ¿Es usted familiar de Jack Doyle?

-       - Digamos que soy su persona más cercana en esta sala, ¿Está ya bien? ¿nos podemos ir ya? – preguntó esperanzada.

-          Aun están realizándole diversas pruebas, su amigo a sufrido un derrame cerebral, debemos ser prudentes al respecto, haremos todo lo que esté en nuestra mano – dijo la enfermera, al tiempo que daba una palmadita de ánimo en el hombro de Cecilia, que se pregunto cuantas veces al día daría ese tipo de palmaditas.

Cecilia quería preguntarle a la enfermera que significaba exactamente qué harían todo cuanto estuviese en sus manos, si podría entrar a verlo o cuánto tiempo podría llevarse en el hospital, pero no preguntó nada de eso, no preguntó nada de nada.
Deseaba que el pequeño hombrecillo que controlaba el tiempo diese la carrera de fondo más rápida de su vida con las agujas a cuesta, de modo que sin darse cuenta hubiese pasado el tiempo necesario para salir junto a Jack por la puerta del Garden Hospital, reprochándole por el susto que le había dado, pero una vez más, éste volvería a las andadas, poniendo el contador a cero, retrasando cada minuto tanto como le fuese posible, aumentando el odio hacía él de Cecilia, quien, resignada, se dejó caer de nuevo en su silla.