viernes, 7 de diciembre de 2012

Capítulo 14



La vida de Cecilia estaba llena de momentos en los que el tiempo parecía trascurrir caprichosamente, como si un pequeño ser dispusiera a su antojo el movimiento de las agujas del reloj, adelantándolas de forma rápida o poniendo todo su empeño en que el siguiente minuto diese con una nueva hora, siempre al contrario de lo que Cecilia desease en ese momento, así que, como en ese momento Cecilia deseaba con todas su fuerzas llegar al hospital y que una voz tranquilizadora le dijese que todo era un susto y Jack se pondría bien de inmediato, el pequeño ser de las agujas del tiempo se esforzó todo lo que fue capaz por que las agujas avanzasen tan lentas como pudo.

-          Debe usted permanecer aquí, enseguida le comunicarán como se encuentra, no se preocupe, está en buenas manos.

La sala de espera del Garden Hospital no difería mucho de las salas de hospitales y urgencias que estaba acostumbrada a ver, paredes amarillentas que no invitaban al optimismo precisamente, sillas apiladas en fila donde un concierto de suspiros, llantos, gemidos,   preguntas a enfermeros y toses daban la bienvenida al entrar. Ni siquiera la mujer de recepción era diferente a las que solían ocupar esos puestos, seria y de pocas palabras, se limitaba a rellenar la ficha del enfermo de turno y avisarles de su pase a consulta, todo ello sin esbozar la más mínima sonrisa.

El pequeño ser del tiempo seguía haciendo de las suyas, y cada vez que Cecilia miraba el reloj de su muñeca izquierda, segura, esta vez sí, de haber pasado un par de horas desde la última vez que le dio un vistazo, éste volvía a salirse con la suya, y el suspiro de la joven se hacía patente en la sala.

Los pasos de una enfermera, de unos 35 años, se dirigían a la sala de espera al tiempo que miraba en su carpeta, recordando un nombre que le pareció de origen español.

-          ¿La señorita Cecilia Torres? – dijo la mujer, con voz clara y algo seria.

-          Sí, soy yo – contestó Cecilia, lo más rápido que pudo.


-          - ¿Es usted familiar de Jack Doyle?

-       - Digamos que soy su persona más cercana en esta sala, ¿Está ya bien? ¿nos podemos ir ya? – preguntó esperanzada.

-          Aun están realizándole diversas pruebas, su amigo a sufrido un derrame cerebral, debemos ser prudentes al respecto, haremos todo lo que esté en nuestra mano – dijo la enfermera, al tiempo que daba una palmadita de ánimo en el hombro de Cecilia, que se pregunto cuantas veces al día daría ese tipo de palmaditas.

Cecilia quería preguntarle a la enfermera que significaba exactamente qué harían todo cuanto estuviese en sus manos, si podría entrar a verlo o cuánto tiempo podría llevarse en el hospital, pero no preguntó nada de eso, no preguntó nada de nada.
Deseaba que el pequeño hombrecillo que controlaba el tiempo diese la carrera de fondo más rápida de su vida con las agujas a cuesta, de modo que sin darse cuenta hubiese pasado el tiempo necesario para salir junto a Jack por la puerta del Garden Hospital, reprochándole por el susto que le había dado, pero una vez más, éste volvería a las andadas, poniendo el contador a cero, retrasando cada minuto tanto como le fuese posible, aumentando el odio hacía él de Cecilia, quien, resignada, se dejó caer de nuevo en su silla.

miércoles, 19 de septiembre de 2012

Capítulo 13

El paseo por el London Eye no fue lo que podríamos llamar una velada romántica. No hubo miradas complices, ni caricias en la mano ni amago de ningún tipo de beso.
Cecilia estaba demasiado impresionada mirando todo cuanto alcanzaban sus ojos, sin reparar que tal vez lo más importante de todo estaba justo a su lado. No fue sin embargo un momento tan plácido para Jack, quien se esforzaba por disimular las náuseas que aquel aparato le provocaba en cada giro mostrando un ángulo de visión diferente desde cada punto.

- ¿Te encuentras bien? - preguntó Cecilia al volver a pisar tierra firme, percatándose del color pálido que cubría la cara del chico.

- Si, bueno...un poco mareado, las alturas y tantas vueltas creo que no son mi combinación favorita, pero se me pasará enseguida. - respondió Jack sonriendo, intentando tranquilizarla.

- Bueno, será mejor que volvamos al hotel, tengo que hacer algunas cosas en el ordenador antes que mi jefe empiece a llamarme.

- De acuerdo, si te parece podríamos volver andando, asi se me pasará un poco este mareo.

- Claro, además, con el aspecto que tienes, dudo mucho que ningún taxista se parase a llevarnos. - bromeó Cecilia.

Estuvieron caminando alrededor de 40 minutos hacia el hotel, tiempo que Cecilia consideraba más que suficiente para que la cara de su amigo recuperase un color algo más natural. Sin embargo, jack seguía absorto. Era demasiado educado para suplicarle a Cecilia que bajase el volumen de su voz, que por momentos le martilleaban la cabeza como si de un tambor africano se tratase.

- Jack, tienes muy mal aspecto, lo mejor será que te vea un médico, vi un servicio de urgencias esta mañana desde el taxi, no queda muy lejos de aquí. ¿Jack? ¿Me oyes?


En la otra esquina de la calle, un niño pequeño sostenía un cucurucho de vainilla al tiempo que, con el otro brazo, le señalaba a su madre la dirección en la cual un hombre caía desplomado en el suelo al grito desesperado de su amiga.


Cecilia marcó torpemente desde su móvil el número que Marc le había dejado en caso de que algún día estando sola se encontrase indispuesta. Le explicó lo mejor que pudo lo ocurrido y la dirección donde estaban a la voz que le respondió al otro lado del teléfono a la vez que le pedía que se calmase.

La ambulancia apareció en poco tiempo, justo el mismo poco tiempo en que Cecilia supo que su viaje, aquel que anhelaba desde hacía tanto tiempo, estaba a punto de complicarse.

viernes, 10 de agosto de 2012

Capítulo 12


La mañana avanzaba al ritmo que las hojas que un árbol que se encontraba justo detrás del banco caían a una armonía casi metódica, como si al llegar al suelo una de ellas avisara a la siguiente de que su turno de soltarse de la rama para siempre había llegado.

Cecilia escuchaba a Jack con una atención pasmosa, y ni siquiera el ruido del viento que se levantó durante un instante le hizo perder el interés. Pocas veces en su vida nadie le había hablado de esa forma, y es que, a decir verdad, pocas veces a Cecilia le habían hablado de amor.

No fueron pocos los momentos que le entraron ganas de abrazarlo o decirle que esa tal Elisabeth debía ser muy estúpida por dejar escapar a un chico como él, pero unas veces por inseguridad ante la reacción del joven londinense, a quien apenas conocía aun, y otras simplemente por falta de costumbre, no hizo nada.

Ambos permanecieron en silencio durante un largo rato. Por primera vez desde que llegó a Londres, Cecilia no sabía qué hacer, y mucho menos que decir. Era realmente buena en su profesión, y solía tener la última palabra en la mayor parte de las conversaciones, ya fuese discutiendo con su madre o convenciendo a Marc de alguna nueva idea. Sin embargo, esa mañana de otoño, a Cecilia le invadió el silencio, y no estaba dispuesta a ello.

-          ¿La sigues queriendo? – preguntó Cecilia, quebrantando la paz que entre los dos se había instalado.

-          Ha pasado mucho tiempo de eso – le respondió Jack, mirándola a los ojos.

-          No era esa mi pregunta, ya sé que han pasado muchos años.

-          ¿Cuál es tu película favorita? – preguntó Jack.

-          ¿Qué tiene eso que ver? A ver pues, te diría que El resplandor, creo. De pequeña me encantaba ver Blancanieves una y otra vez.

-          Para mi Elisabeth es como para ti Blancanieves, puede que veas mil películas más, e incluso alguna se convierta en tu nueva película favorita, pero cuando alguna de ellas te ha llegado de verdad, no puedes evitar recordarla con cariño.

-          Ven, levántate, quiero ir a la noria esa enorme, ¡vamos! – exclamo Cecilia, risueña.

-          ¿Te refieres al London eye? Está muy alto, a ver si te vas a asustar – bromeó Jack.

-          No te preocupes, no creo que desde allí dejes caer ningún vaso, ¿verdad? – contraatacó Cecilia.

Los dos jóvenes se apresuraron a paso rápido. Cecilia por su impaciencia a montar en esa gigantesca noria que recordaba como si fuese ayer, Jack aceleraba al mirar hacia arriba el color gris que estaban tomando las nubes. La primera se sentía mejor que nunca al comprobar que había ayudado a ese chico con solo mirarle a los ojos. El segundo, después de contarlo, simplemente se sentía genial.

lunes, 6 de agosto de 2012

Capítulo 11


El taxi volvió a poner su letrero de libre en cuanto Jack y Cecilia pusieron pie en tierra de nuevo. Estaban a dos calles del St. James's Park, pero el atasco que Jack había vislumbrado le hizo poner fin al paseo junto al taxista. Pagó, a regañadientes de Cecilia, el importe del viaje y bajaron rápidamente del coche ante el sonido de claxon de los demás conductores, desesperados ante lo que se les venía encima.



Esa mañana, un sol no excesivamente caluroso se intercalaba con instantes en los que tomaban protagonismo las nubes, en lo que parecía ser una especie de batalla en ver quien se hacía dominador del cielo londinense. Jack iba con el sol, Cecilia apostaba por las nubes.



Recorrieron las dos calles que aun les separaban de su destino hablando de todo en general y nada en particular. Hay personas que no soportan los silencios, como si éste pudiera hacerles pensar demasiado en cosas realmente importantes, o sumergirlos en una conversación consigo mismos que nunca tenían ganas de afrontar. Cecilia era una de esas personas. Cualquier tema le servía, cualquiera que hiciese que su acompañante no se detuviera a pensar demasiado en ella, eso podría implicar que la estuvieran conociendo demasiado o aparentar vulnerabilidad, y Cecilia odiaba sentirse vulnerable.



Un momento antes de entrar en el parque, Cecilia se detuvo. Todo estaba exactamente igual a como recordaba o, mejor dicho, como el sueño de la noche anterior le había hecho recordar. Incluso un par de ardillas jugueteaban en lo alto de un árbol a modo de bienvenida. Jack permanecía en silencio a su lado, no quería romper el momento de la chica, y el mismo se asombró ante la belleza del lugar cuando lo examinó con detenimiento.



-          Está tal como lo deje anoche – dijo Cecilia, mirando hacia arriba.

-          ¿Viniste anoche aquí? – preguntó Jack, intrigado.

-          En cierto modo, creo que si – respondió Cecilia, que decidió que era un buen momento para ir hacia la laguna dando un paseo.

-          ¿Hasta cuándo te quedas? – le preguntó Jack.

-          Hasta dentro de una semana. El próximo desfile para el que tengo invitación es el domingo, hasta entonces estaré con la nueva tarea que mi jefe me ha encasquetado. El lunes volveré a Barcelona, sino me pierdo camino al aeropuerto, claro.



Muy a su pesar, Jack estaba ensimismado, el recuerdo de las tardes en el parque con Elisabeth le habían hecho trasladarse, en una especie de máquina del tiempo, varios años atrás. Solían ir allí después de las clases, cuando, lejos de las miradas de compañeros, libros y profesores, encontraban la ocasión de permanecer un rato juntos.
Las palmadas al aire de Cecilia delante de su cara le hicieron volver en sí.



-          ¿Te pasa algo? – preguntó Cecilia

-          Perdona, estaba pensando en mis cosas – se disculpó Jack.

-          ¿Y esas cosas cuáles son?

-          Es una historia muy larga, te aburrirías con ella.

Cecilia se sentó en un banco, el mismo banco en el que hacia veintidós años se había parado a merendar junto a sus padres. Jack era un tipo peculiar, quizás demasiado tranquilo para su gusto, o para lo que acostumbraba a conocer, quien sabe. No sabía ciertamente porque, tal vez era la paz que trasmitía el sitio, lo cierto es que por primera vez en mucho tiempo no era ella la que contaba su batalla de turno. Le apetecía escuchar la historia de ese chico, y eso era exactamente lo que iba a hacer.

-          ¿Qué haces ahí parada? – le preguntó Jack, desconcertado.

-          Me encantan las historias largas, y tengo toda la mañana para aburrirme – contestó Cecilia, sonriendo.

martes, 31 de julio de 2012

Capítulo 10


Cecilia introdujo la llave en la puerta de su habitación y se aseguró de que estaba cerrada. El hecho de saber que cuando volviese tendría la cama hecha y todo perfectamente ordenado le creaba una cierta intranquilidad, se imaginaba a la señora de la limpieza yendo de un sitio a otro de la habitación y revolviendo entre sus cosas, aunque en el fondo tenía que reconocer que se sentía importante de alguna forma. Aun le quedaba algo de tiempo para dar un paseo por el hotel. El “Breakfast and tiffany's” contaba con todo tipo de servicios; sala de masajes y sauna, peluquería propia, salón de actos de primer nivel, piscina interior climatizada, gimnasio e incluso un mini campo de golf artificial. Desde luego, Marc no había escatimado en gastos.

Bajó las escaleras hacia la planta baja, donde un niño pequeño reía a la vez que le señalaba la cara. En el primer espejo que vio se miro fijamente, llevaba un pendiente de cada color. Dudó si subir a por uno de la misma pareja, pero imaginó que ya estarían dentro de la habitación haciendo su cama, y ante el hecho de interrumpir declinó la idea. Se dirigió a la puerta de recepción, donde Jack la esperaba apoyado en ella.



-          Si sigues apoyándote así en la puerta vas a echarla abajo chico – dijo Cecilia, a modo de saludo.

-          Muy ingeniosa – le vaciló Jack. Si ayer no te entendí mal, tu jefe quiere montar una tienda aquí, y te ha pedido que conozcas la ciudad para saber donde encajaría mejor su idea, ¿más o menos, no?

-          Si, algo así, oye, ¿estamos muy lejos del St James's Park? – preguntó Cecilia.

-          Si cogiésemos un taxi, podríamos estar allí en unos veinte minutos, pero, ¿Para qué quieres ir allí? Dudo mucho que a ti y a tu jefe os den los permisos para construir allí ninguna tienda- preguntó Jack, intrigado con la chica.

-          Esta noche he tenido un sueño un tanto peculiar, y me gustaría volver, eso es todo.

-          No sabía que habías estado aquí antes, ya veo que recuerdas bien todos los lugares de la ciudad. – le vaciló Jack.

-          Es curioso

-          ¿Qué es tan curioso?

-          Ayer por la tarde me llamabas de usted, y hoy te estás riendo de mí, ¡eso es coger confianza rápido eh chico! Y para tu información, estuve aquí cuando tenía solo seis años, listo.

-          Mejor pronto que tarde, ¿no? – le replicó Jack, devolviéndosela.



Un taxi avanzaba a lo largo de la calle cuando disminuyó el paso al ver las manos levantadas a la vez de dos muchachos que se reían el uno del otro al ver lo cómico de la situación.



-          No era necesario levantar los cuatros brazos a la vez, creo que el taxista hubiese parado con uno de igual forma… - dijo Jack, riéndose aun.

-          Anda, sube y dale la dirección, antes que nos tome por locos.


Jack le indicó al taxista que se dirigían al St. James's Park, y se sentó en la parte trasera del taxi junto a Cecilia. Se sorprendió en como poco más de una hora que llevaba junto a la joven de Barcelona habían logrado establecer una especie de vínculo entre los dos que le hizo sonreír. Había conocido a muchas personas, y no eran pocas las chicas con las que había empezado, sin mucho éxito, a entablar una conexión parecida a la que estaba empezando a conocer. En ocasiones la culpa era suya, como el mismo reconocía, la sombra de Elisabeth estaba aun demasiado presente, otras, en cambio, la compañía no ponía tampoco mucho de su parte, y acordaban en dirigirse unas llamadas que nunca se producían.

Por eso, la mañana de otoño en la que, en un taxi desconocido, sentado con una chica desconocida, se vio reflejado en el cristal con una sonrisa en la cara, le pareció algo peculiar o, como diría Cecilia, algo curioso.

domingo, 29 de julio de 2012

Capítulo 9


Quedaban algo más de cinco minutos para que la hora en que había quedado con Cecilia diesen en el reloj cuando Jack llegó a la puerta de la recepción del hotel.



Había dos cosas en el mundo que Jack detestaba especialmente. La primera era escuchar un nuevo vaso estamparse contra el suelo y notar la mirada acusadora de su jefe, recordándole de fondo que este también tendría que correr de su cuenta y que, de seguir así, el hotel no iba a ganar para vasos.

La segunda cosa que Jack más odiaba en el mundo era esperar. Por una razón u otra, Jack se había pasado toda su vida esperando. De pequeño, al salir del colegio, tenía que esperar que su padre acabase su turno de vigilante para recogerlo, mientras sus compañeros cogían ya camino de sus casas. Luego, muerto de hambre, esperaba sentado en el taburete de la cocina que su madre acabase el plato del día, puesto que, debido a su trabajo en una relojería a la que casi tenía que cruzar Londres para llegar hasta ella, llegaba con el tiempo justo con el que preparar la comida. O como aquella vez, en la que para poder entrar en el equipo de baloncesto del colegio su entrenador le dijo que esperase un poco de tiempo hasta que alcanzase una altura más adecuada y entonces tenía su promesa de que entraría.



Pero sin duda, la vez que Jack odió esperar por encima de todas las demás fue cuando, diez años antes, Elisabeth le prometió que lo llamaría nada más aterrizar en París.

Se habían conocido en el instituto, donde Elisabeth destacaba por encima de sus compañeros y poseía un increíble carisma que habían levantado la admiración de más de uno, y la envidia de alguna que otra.

Empezó a salir con Jack en uno del los inviernos más atípicos que se recuerdan por allí, donde el uso del paraguas apenas fue necesario durante meses, y su relación fue, llamémosle, parecida a ese invierno.

Fue una tarde de mayo cuando Elisabeth le comunicó que para el curso siguiente tendría que cambiar de instituto, algo que Jack, aunque algo disgustado, pareció aceptarlo, quizás pasaban demasiadas horas juntos y de todos modos se verían todas las tardes. Lo que Jack no había terminado de escuchar era que el nuevo destino de Elisabeth no era el instituto de un barrio cercano, ni siquiera de una ciudad próxima, Elisabeth se iba a París. Fue entonces, desde el momento que la muchacha llegó a tierras francesas, cuando Jack aprendió verdaderamente lo relativo que puede ser el significado de la palabra esperar.





Puedes esperar en la cola del cine que te toque tu turno, y esos diez minutos pueden ser los más largos de toda tu vida, o esperar noticias de un ser querido que está siendo atendido en un hospital. Puedes simplemente esperar frente al microondas como estallan las primeras palomitas, o como suena el teléfono de alguien al que quieres tranquilizándote de que su viaje ha ido bien. A veces la espera es corta, y casi sin darte cuenta dejas de esperar. Para Jack, desde que Elisabeth se fue, lo más duro era esperar a las personas. A veces puedes esperar a alguien en el cruce de una calle un solo par de minutos. A veces puedes esperar a alguien toda la vida.

jueves, 26 de julio de 2012

Capítulo 8


El ruido del cierre de la puerta de la habitación parecía poner calma a uno de los días más agotadores que Cecilia había tenido en los últimos días, o quizás meses. Pocos días eran los que se iba a la cama verdaderamente cansada, más bien formaba parte de su rutina diaria y, simplemente, a la hora de irse a dormir, Cecilia se iba a dormir.


Dejo caer la ropa a la entrada del vestíbulo, y con los ojos medio cerrados se puso su camiseta de dormir favorita, que no era más que una vieja camiseta de publicidad de su empresa a la que, por ningún motivo particular, había convertido en su vestimenta preferida por las noches. Intentó leer un poco como acostumbraba para coger un el hilo del sueño hasta que el despertador sonase avisándola de la llegada de un día nuevo, cuando, al comprobar que volvía a leer la misma línea por tercera vez consecutiva, cayó en la cuenta de que tal vez por esa noche, el libro no fuese tan necesario como acostumbraba.

Esa noche, no tardó más de cinco minutos en quedarse dormida.


“La figura de lo que parecía ser una ardilla encima del árbol donde la pequeña Cecilia se encontraba le hizo dar un sobresalto, al fin y al cabo, era la primera vez que veía a una de verdad. La voz tranquilizadora de su madre la serenó, e incluso se acercó junto a ella a verlas más de cerca, no se parecían mucho a sus queridas Chip y Chop, pero al verlas tan próximas le pidió a su madre que les hiciese una foto para poder compararlo ella misma en cuanto emitiesen sus dibujos favoritos ese fin de semana. La llamada de su padre le hizo correr apresuradamente hasta el borde del canal, donde una familia de pelicanos jugueteaba con el agua ante la mirada curiosa de varios turistas. Todo parecía asombrar a la pequeña Cecilia, que con solo seis años disfrutaba de unas vistas de las que nunca había visto en Barcelona. El olor del ambiente era distinto, los animales que allí veía parecían sacados de un libro, los árboles eran tan grandes que pensó que si lograba subir hasta arriba podría tumbarse en una nube, y constató que el ruido de los pájaros no era sino un pequeño concierto que éstos daban alegres a todos los que por allí se acercaban. Se encaminó con sus padres a dar un tranquilo paseo por el lugar, preguntándoles todo cuanto picaba su curiosidad. Se sentó un rato en un banco mientras sus padres decidieron inmortalizar en su recién comprada cámara de fotos todo cuanto les parecía singular.

En ese momento, aprovechando la pausa en el camino para merendar un sándwich de jamón y queso junto a su cajita de zumo, vio al fondo algo que, por encima de los pelicanos y los árboles, e incluso de sus amigas las ardillas, le maravilló, una inmensa noria se elevaba por encima de las copas más altas de los árboles. No tardó en ponerse de pie para decirle a su padre cual quería que fuese su próximo destino. Fue en ese momento cuando, a pesar de su corta edad, se prometió regresar algún día.”

Quedaban tres minutos antes de que el despertador de Cecilia le devolviese de nuevo al mundo. El sueño que acababa de tener de su infancia le tuvo un buen rato pensativa, ni ella misma recordaba con esa nitidez tantos detalles hoy día. Se vistió de forma informal, aunque sin olvidar un poco de maquillaje en las mejillas.

No sabía exactamente cuáles eran los planes que Jack había pensado para ese día, aunque tampoco le importaba especialmente, fuesen cuales fuesen, tenía decidido cuál sería el primer rincón que visitar. El St James's Park les esperaba, y su noria también.




lunes, 23 de julio de 2012

Capítulo 7


El primer desfile de la semana de la moda en Londres había llegado a su fin.
Las modelos intercambiaban cariñosos saludos con sus compañeras, con un gesto mucho más relajado que antes del inicio. Los diseñadores dialogaban con la prensa sobre sus primeras impresiones, convenciéndoles de la originalidad y el acierto de sus diseños; los invitados iban de un lado a otro saludando a gente que ni siquiera conocían, procurando mantener la distinción de que el lugar hacía gala; el servicio de catering se esforzaba por que nadie se sintiese ofendido sin su dosis de copas gratis y canapés, en especial Jack, que caminaba con una rapidez que incluso parecía que su bandeja iba por delante de él.

Cecilia se afanaba en comentar con todo aquel que se cruzaba sobre los servicios que una empresa de Barcelona podría llegar a ofrecerles, con una convicción de la que ella misma se sorprendía. Se encaminaba hacia un nuevo objetivo cuando decidió dirigirse a por un poco de agua, tenía la garganta realmente seca.

-          ¿Quiere otro zumo? – preguntó Jack, mirando de reojo la máquina de exprimir.

-          ¿Y cómo sabes tú que ya me he bebido uno? – replicó Cecilia – y tutéame, por favor, ¡Aun estoy en la flor de la vida!

-          Bueno, no he parado quieto en todo este tiempo, supongo que la vi antes tomando uno… - respondió Jack, a quien el descaro de la chica parecía desmontarle.

-          ¡Mierda! – exclamó Cecilia

-          ¿Cómo dices? – le preguntó Jack , quien parecia no entender casi nada.

-          Se me ha ido, el muy hijo de... - balbuceó para sí Cecilia, reprimiéndose justo a tiempo.

-          ¿Y quién es esa persona tan importante?

-          Un hombre con un traje negro, bueno, negro lo llevan todos, el caso es que quería hablar con él sobre las posibilidades que mi empresa podría ofrecerle, estaba justo ahí, en fin, ya me las arreglaré para verlo otro día.

-          ¿Tienes una empresa? – se interesó Jack.

-          Sí, bueno…trabajo para ella, vine ayer desde Barcelona.

-          Una gran ciudad, como Londres.

-          Supongo, lo averiguaré sin remedio cuando tenga que patearla de rincón a rincón.

-          Vaya…soy un maleducado, ni siquiera te he dicho como me llamo, mi nombre es Jack, encantado, estoy seguro que le gustará la ciudad.

-          El mío es Cecilia, ¿Sabes si el hotel me puede facilitar algún guía durante estos días?

-          Creo que algo se podrá hacer, le espero mañana a primera hora en la puerta de recepción.

-          Pero, ¿Para qué? – preguntó Cecilia, intrigada.
-          Usted….quiero decir, tu, tienes que conocer cada rincón de Londres, ¿verdad? Mañana vas a conocer el primero de ellos.

viernes, 20 de julio de 2012

Capítulo 6


El ruido de su móvil produjo la apresurada salida de Cecilia del salón de actos ante la fulminante mirada del jefe de seguridad, que se encontraba justo a su lado y no dudo en servirse una copa que el chico de catering mostraba en su bandeja en el momento que éste pasaba por allí.

-          El desfile aun no ha empezado y ya tengo al de seguridad pegado a mí como una lapa por tu llamada, ¿No sabes que esto está a punto de empezar? ¡Cualquiera diría que quieres que todo salga bien, Marc!

-          Y, por el tono que empleas, señorita, cualquiera diría que yo soy el jefe y tú la empleada, así que respire hondo y escúchame con toda la atención que puedas, te aseguro que es importante – Marc era un tipo serio, y en este caso, su voz elevaba su carácter al cuadrado.

-          Perdóname Marc, lo siento, es por los nervios de la inauguración, aun queda más de media hora, te escucho.

-          ¿Recuerdas cuales eran los objetivos de tu viaje, verdad?

-          Si después de que me los hayas repetido una infinidad de veces no los supiera, creo que mi memoria y yo tendíamos un serio problema, ¡eh! – contestó Cecilia, simpática.

-          Como sabes, ando tiempo dándole vueltas a la idea de abrir una empresa en el extranjero que nos hiciera ganar mercado y aumentar de forma considerable los ingresos.

-          Si, recuerdo que me lo comentaste hace tiempo, Marc, pero, sin ánimo de ser descarada, ¿Por qué me cuentas eso justo ahora? – el tono de Cecilia se iba endureciendo a la misma vez que se acercaba la hora del comienzo del desfile.

-          He pensado que la ciudad ideal para este nuevo salto sea Londres, y ahí entra en juego tu nuevo papel.

-          Soy toda oídos, querido jefe.

-          Quiero que visites la ciudad, cualquier lugar que creas que podría servirnos para empezar de cero y montar una gran tienda allí, que conozcas a gente, que inquietudes tienen en cada zona, que gustos se mueven en cada esquina de Londres, señorita, en definitiva, quiero que hagas turismo en esa ciudad como no lo hayas hecho nunca. Al fin y al cabo, ya la conoces, me dijiste que ya habías viajado allí una vez, ¿no?

-          ¡En esa ocasión tenía seis años Marc! ¿Cómo quieres que recuerde los lugares de aquí? ¡Casi me pierdo para llegar hasta el hotel!

-          Hay miles de guías en Londres, el hotel le proporcionará alguno, ahora tengo que dejarte, te he dejado un e-mail con las principales lugares que debes visitar, llámame cuando necesites algo.


Cecilia se encontraba furiosa, odiaba los cambios repentinos de planes, más aun cuando éstos llegaban sin consultarle y sin la más mínima opción de réplica. Más tarde llamaría a Cintia para contarle la última maravillosa idea de su jefe. Miró su reloj, quedaban menos de diez minutos para el comienzo, por lo que se decidió a volver a entrar en la sala con la mayor discreción posible. Cerró tras de sí la puerta, con la boca seca debido a la intensa conversación por teléfono, cuando vio la bandeja del chico del comedor en una mesita justo al lado de donde estaba apoyada antes de salir a atender la llamada. Sonrió al  ver la bandeja allí vacía, bueno, casi vacía, en medio de ésta se encontraba un zumo de naranjas recién exprimidas.