El ruido del cierre de la puerta de la habitación
parecía poner calma a uno de los días más agotadores que Cecilia había tenido
en los últimos días, o quizás meses. Pocos días eran los que se iba a la cama
verdaderamente cansada, más bien formaba parte de su rutina diaria y,
simplemente, a la hora de irse a dormir, Cecilia se iba a dormir.
Dejo caer la ropa a la entrada del vestíbulo, y con los ojos medio cerrados se puso su camiseta de dormir favorita, que no era más que una vieja camiseta de publicidad de su empresa a la que, por ningún motivo particular, había convertido en su vestimenta preferida por las noches. Intentó leer un poco como acostumbraba para coger un el hilo del sueño hasta que el despertador sonase avisándola de la llegada de un día nuevo, cuando, al comprobar que volvía a leer la misma línea por tercera vez consecutiva, cayó en la cuenta de que tal vez por esa noche, el libro no fuese tan necesario como acostumbraba.
Esa noche, no tardó más de cinco minutos en quedarse
dormida.
“La figura de lo que parecía ser una ardilla encima del árbol donde la pequeña Cecilia se encontraba le hizo dar un sobresalto, al fin y al cabo, era la primera vez que veía a una de verdad. La voz tranquilizadora de su madre la serenó, e incluso se acercó junto a ella a verlas más de cerca, no se parecían mucho a sus queridas Chip y Chop, pero al verlas tan próximas le pidió a su madre que les hiciese una foto para poder compararlo ella misma en cuanto emitiesen sus dibujos favoritos ese fin de semana. La llamada de su padre le hizo correr apresuradamente hasta el borde del canal, donde una familia de pelicanos jugueteaba con el agua ante la mirada curiosa de varios turistas. Todo parecía asombrar a la pequeña Cecilia, que con solo seis años disfrutaba de unas vistas de las que nunca había visto en Barcelona. El olor del ambiente era distinto, los animales que allí veía parecían sacados de un libro, los árboles eran tan grandes que pensó que si lograba subir hasta arriba podría tumbarse en una nube, y constató que el ruido de los pájaros no era sino un pequeño concierto que éstos daban alegres a todos los que por allí se acercaban. Se encaminó con sus padres a dar un tranquilo paseo por el lugar, preguntándoles todo cuanto picaba su curiosidad. Se sentó un rato en un banco mientras sus padres decidieron inmortalizar en su recién comprada cámara de fotos todo cuanto les parecía singular.
En
ese momento, aprovechando la pausa en el camino para merendar un sándwich de
jamón y queso junto a su cajita de zumo, vio al fondo algo que, por encima de
los pelicanos y los árboles, e incluso de sus amigas las ardillas, le maravilló,
una inmensa noria se elevaba por encima de las copas más altas de los árboles. No
tardó en ponerse de pie para decirle a su padre cual quería que fuese su próximo
destino. Fue en ese momento cuando, a pesar de su corta edad, se prometió
regresar algún día.”
Quedaban tres minutos antes de que el despertador de
Cecilia le devolviese de nuevo al mundo. El sueño que acababa de tener de su
infancia le tuvo un buen rato pensativa, ni ella misma recordaba con esa
nitidez tantos detalles hoy día. Se vistió de forma informal, aunque sin
olvidar un poco de maquillaje en las mejillas.
No sabía exactamente cuáles eran los planes que Jack
había pensado para ese día, aunque tampoco le importaba especialmente, fuesen
cuales fuesen, tenía decidido cuál sería el primer rincón que visitar. El St
James's Park les esperaba, y su noria también.
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