lunes, 9 de julio de 2012

Capítulo 2

Para cuando el despertador del dormitorio de Cecilia sonó, ésta ya había tenido tiempo de sumergirse en su bañera repleta de sales de baño, prepararse un zumo de naranjas recién exprimidas como acostumbraba a recordarle su madre casi a diario, y poner un poco de orden en su recién alquilado apartamento, propiedad de una señora mayor cuya casa se encontraba unas dos calles más abajo, lo que propiciaba las visitas de la casera más de lo que a Cecilia le hubiese agradado para comprobar que todo seguía en su sitio o, como ella misma argumentaba, solo por asegurarse que Cecilia estuviese cómoda.
Incluso se sorprendió a si misma marcando el número de Cintia, que desde que se despidió deprisa de ella no había encontrado hueco para contarle lo fascinante que prometía ser su viaje, antes de darse cuenta que tal vez las 7:03 de la mañana no fuese el momento más oportuno para contarle a su amiga sus impresiones sobre su marcha.
Sin nada más por hacer, se tumbo en el sofá de su pequeña salita a la espera de la llegada de Marc, quien la llevaría hasta el aeropuerto y, de paso, le entregaría el billete de avión junto a la acreditación que la mañana anterior, fruto de la excitación, había dejado olvidados en la recepción de la empresa.
Recordaba vagamente pequeños detalles de su último viaje a Londres durante unas vacaciones de verano junto a sus padres, en las que contaba con apenas seis años, sin embargo, desde su vuelta se había prometido que algún día regresaría y ahora, 22 años después, por fin vería cumplida su promesa. Lo que para la mayor parte de los miembros de su empresa no era más que un viaje puramente profesional, para Cecilia se había convertido en un atractivo retorno a un lugar que, por alguna extraña razón, anhelaba, y es que, de algún modo, pensaba que el destino le debía ese viaje.

Se hallaba sumida en estos pensamientos cuando se sobresaltó al escuchar el timbre de la puerta, Marc debía de haber llegado.
-           Ayer te tomaste al pie de la letra eso de que te dieses media vuelta para que te fueras a casa a organizarlo todo – dijo Marc, mostrándole el sobre que contenía la acreditación y el billete del vuelo en la otra mano.
-           Lo siento, Marc, supongo que la emoción de la noticia no me dejo pensar ni siquiera en el billete, creo que este viaje es justo lo que me hacía falta en este momento.
-           Pues si es eso cierto que tanta falta dice que le hace este viaje, deje de mirar el billete de ese modo, le puedo asegurar que es autentico, señorita, y salgamos de aquí, tiene un avión que le espera.

Durante el corto trayecto hacia el aeropuerto, Marc no cesó de repetirle el motivo y los objetivos de su viaje, ante todo debía dar a conocer el nombre de la empresa entre los diseñadores asistentes, su actitud debía ser encantadora, sin olvidar un punto de firmeza que hiciese que la tomasen en serio, en definitiva, Cecilia tendría, simplemente, que hacer de Cecilia.

Llegaron al aeropuerto 53 minutos antes de la hora de salida, lo que unido a los 30 minutos en que el vuelo se retrasó hicieron que Cecilia tuviese tiempo de sobra para embarcar las maletas y comprarse una de esas revistas de gente famosa que tanto odiaban para amenizar la espera.

-           No te arrepentirás de haberme elegido, Marc – dijo Cecilia, dedicándole una sonrisa a su jefe.
-           Estoy convencido de ello, buen viaje, señorita – respondió Marc, simpático.

En el trascurso de las 2 horas y 35 minutos que duró el vuelo, una especie de inquietud embriagadora se apoderó de Cecilia, quien ni siquiera tuvo oídos para escuchar las instrucciones de la azafata en cuanto el avión dejó atrás su Barcelona natal, cada vez más pequeña conforme las nubes se hacían más grandes. Tan solo volvió en si en el momento en el que, a lo lejos, le pareció distinguir una silueta que sin duda tendría que ser el Big Ben, cuyas agujas se agitaban como avisándola de que la hora de su regreso había llegado. La ciudad, inmersa en una niebla angustiosa, se presentaba de nuevo ante los ojos de la joven diseñadora. Cecilia esperaba impaciente volver a pisar Londres, Londres esperaba impaciente la vuelta de Cecilia.

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