lunes, 28 de enero de 2013

Capítulo 17

En la habitación 219 reinaba el silencio, el silencio casi sepulcral que habitualmente reina en una habitación donde alguien se encuentra en coma. Para una habitación de hospital, al contrario que suele ocurrir de puertas para fuera, el silencio solía convertirse en el peor de los enemigos.

De 12:15 a 13:00 y a partir de las 20:00, esos eran los intervalos en los que el silencio dejaba lugar a las conversaciones, los ánimos y las bromas que el señor Arnold, amigos y familiares daban a Jack, esperanzados en que de un momento a otro, como si fueran los protagonistas de una película, llamaran gritando a la enfermera anunciándole que Jack había logrado despertar.


Habían pasado tres días desde que Cecilia salió de la sede de L&V sin previo aviso. Por un motivo que tal vez ni ella misma alcanzaba a comprender, no había vuelto al hospital, aunque se procuró conocer la evolución de Jack a través de las llamadas que de tanto en cuanto hacía al señor Arnold.
Durante esos tres días, los cuales permaneció sin salir de su habitación del hotel –excepto las horas de la comida- preparó una especie de plan en el que ninguno saliese descontento: Llamaría a Mark rogándole que se disculpase en su nombre ante L&V y le contaría lo sucedido, estaría con Jack visitándolo hasta que se restableciera, luego solicitaría una semana más de estancia en el hotel que, por supuesto, ella misma pagaría, retomaría sus reuniones en L&V, convencería a sus dirigentes de las propuestas que tenía en la cabeza y regresaría de nuevo a Barcelona ante la admiración de Mark y sus demás compañeros.
Realmente era un plan perfecto.
Nada podría salir mal.
O sí.

Se encaminó hacia la puerta del hotel donde, a la vuelta de la esquina, cogería el autobús 107, el que dejaba directamente en la puerta del hospital, con las ilusiones renovadas. Desde que llegó a Londres, no había visitado casi ninguno de los lugares que le había sugerido Mark, ni había logrado hablar con ningún diseñador de prestigio, ni asistido más que a un desfile. En contrabalanza, había conocido a un chico simpático,
quién, oportunamente, había sufrido un derrame cerebral justo en sus narices. Las cosas no estaban, precisamente, saliendo como hubiese previsto.

Llegó a la conclusión de que, por pura estadística, o por simple cambio en su suerte, las cosas no podrían otra cosa que empezar a mejorar.
O no.

viernes, 18 de enero de 2013

Capítulo 16



La elección de cualquier decisión, por insignificante que sea, suele ser una experiencia aterradora, llena de dudas y contradicciones. Algo parecido a cuando dudas si llevarte de la tienda el jersey rojo o el azul, crees que el azul es el correcto, en la caja al pagar, estás casi seguro que es el correcto, al salir por la puerta, estás convencido de que es el correcto y entonces, justo a cada paso que vas dando, conforme la tienda se va haciendo cada vez pequeña a tus espaldas, te preguntas por qué escogiste el azul y no el rojo.

El letrero de emergencias del Garden Hospital representaba la puerta de la tienda para Cecilia, quien se convenció que con la llegada del señor Arnold todo quedaría arreglado. Él se encargaría de llamar a sus familiares, Jack despertaría rodeado de los suyos – seguro que no se acordará de mí – se repetía, en un ejercicio que intentaba fusionar la realidad y la autoconvicción.

La sala de espera del hospital se hallaba en una tranquilidad pasmosa: El señor Arnold la recorrió tantas veces como la enfermera intentó tranquilizarlo respecto al estado de Jack, en pocos minutos, podría hacerle una breve visita para comprobarlo él mismo.

Un letrero luminoso cubría la sede del edificio de L&V situado cerca del centro de la ciudad, a unos veinte minutos a pie del “Breakfast and tiffany's” – podría venir dando un paseo – pensó Cecilia. La primera planta estaba hasta arriba de gente que se cruzaban de un lado para el otro, intercambiaban algún comentario, y seguían hasta su destino al ritmo de sus lápices y carpetas.
Se dirigió al mostrador, donde un hombre canoso de mediana edad atendía a una llamada de teléfono, al tiempo que Cecilia aprovecho para echar un vistazo general al recinto. El suelo era de mármol, de un blanco casi impoluto, con las pareces tapizadas de un material que no lograba averiguar.

-          ¿Desea algo, señorita? – preguntó el hombre canoso al otro lado del mostrador.
-          Soy Cecilia Torres, desde Barcelona, tengo una cita con el director.
-          Espere un segundo – le contestó el hombre, al tiempo que hacía una llamada para localizar a su jefe. – El señor Tegan se encuentra reunido en estos momentos, puede esperarle ahí – le dijo, indicándole unas sillas situadas al fondo a la derecha.
Por segunda vez, en poco tiempo, Cecilia dejaba caerse en una silla de una sala de espera, aunque esta vez el sitio era de una sofisticación que nada tenía que ver con la anterior, con un ajetreo que desbordaba entusiasmo y creatividad, su corazón le empezaba a avisar de que, quizás, tendría que haber escogido el jersey rojo.

martes, 8 de enero de 2013

Capítulo 15



Dos opciones. La vida de las personas, o al menos la vida de la mayoría de ellas, está llena de momentos en los que debe elegir qué camino tomar, son como señales del destino incitándolas a tener que escoger aquello que es realmente importante, algo así como una partida a la ruleta rusa, pero sin pistola, o simplemente una moneda al aire, pero sin moneda. Solo es indispensable un requisito para estas situaciones, nunca, bajo ningún concepto, es conveniente mirar hacia atrás, ya que se corre el riesgo de, por una parte, ver cada vez más pequeñito aquel camino que decidiste desestimar y por el cual, por mucho que mires, ya no puedes tomar, y por otra, de tanto girar la cabeza, no estar pendiente de aquel otro que decidiste escoger y en el que veces no hay marcha atrás. Puede parecer complicado, pero todo se resume en dos opciones.


El móvil de Cecilia emitió el sonido del tercer mensaje de Mark al tiempo que ésta se apresuraba en sacar un chocolate caliente de la máquina expendedora de la esquina. Sabía que su jefe no era de esos que llamaban cada dos por tres atosigándola con el trabajo o asegurándose que todo iba por el buen camino. Tratándose de Mark, algo importante tenía que decirle.
No es que se quisiera escaquear de la llamada, simplemente estaba agotada. Había regresado al hotel para darse una ducha rápida y coger algunas provisiones que pudiera echar en falta en las interminables horas de espera. Luego había bajado hasta la cafetería del hotel para comunicarle al señor Arnold lo sucedido a Jack, pero al estar éste en su día libre tuvo que esperar a que llegase la chica de recepción y le diese su número de teléfono. De regreso al hospital recibió la primera llamada de Marc, que aplazó a estar sentada durante los diez minutos que imaginaba duraría su breve descanso.

-     - Hola Mark, ¿Qué tal va todo por allí? He visto tus mensajes pero he tenido un problema esta mañana…
-          -¡Cecilia! ¡Por fin te encuentro chica! ¿Dónde te metes? Bueno da igual, tengo una gran noticia para ti, aunque no sé si te la mereces, la empresa te ha conseguido un puesto como asesora de imagen en L&V, si quedan contentos contigo, están dispuestos a fusionarse con nosotros en el mercado inglés, tienes que ir esta misma tarde a su sede, quieren darte el visto bueno, ya sabes, ¿Qué te parece?
-          - Verás Mark, suena muy bien….
-          - ¡Suena genial! ¡No sabes la envidia que has desatado aquí, todas querrían estar en tu lugar!
-          - No me encuentro muy bien ahora, enseguida te llamo, gracias Mark.
(Pi pi pi)

La cabeza de Cecilia la amartillaba como un herrero dando los últimos coletazos a su mejor pieza en el yunque, una semana antes, hubiese saltado de alegría, o tirar los billetes que tuviese a mano al aire como en las películas, pero ahora todo era distinto, sabía que si salía de la puerta del hospital empezaría a trabajar de inmediato, incluso que la destinasen a otra sede fuera de la ciudad, pero ahí estaba Jack, quién despertaría (estaba segura que despertaría) sin ver ninguna cara conocida a la que preguntar: ¿Qué ha pasado? ¿Qué hago aquí? La elección era de todo menos fácil, pero todo se resumía en eso, dos opciones.