viernes, 18 de enero de 2013

Capítulo 16



La elección de cualquier decisión, por insignificante que sea, suele ser una experiencia aterradora, llena de dudas y contradicciones. Algo parecido a cuando dudas si llevarte de la tienda el jersey rojo o el azul, crees que el azul es el correcto, en la caja al pagar, estás casi seguro que es el correcto, al salir por la puerta, estás convencido de que es el correcto y entonces, justo a cada paso que vas dando, conforme la tienda se va haciendo cada vez pequeña a tus espaldas, te preguntas por qué escogiste el azul y no el rojo.

El letrero de emergencias del Garden Hospital representaba la puerta de la tienda para Cecilia, quien se convenció que con la llegada del señor Arnold todo quedaría arreglado. Él se encargaría de llamar a sus familiares, Jack despertaría rodeado de los suyos – seguro que no se acordará de mí – se repetía, en un ejercicio que intentaba fusionar la realidad y la autoconvicción.

La sala de espera del hospital se hallaba en una tranquilidad pasmosa: El señor Arnold la recorrió tantas veces como la enfermera intentó tranquilizarlo respecto al estado de Jack, en pocos minutos, podría hacerle una breve visita para comprobarlo él mismo.

Un letrero luminoso cubría la sede del edificio de L&V situado cerca del centro de la ciudad, a unos veinte minutos a pie del “Breakfast and tiffany's” – podría venir dando un paseo – pensó Cecilia. La primera planta estaba hasta arriba de gente que se cruzaban de un lado para el otro, intercambiaban algún comentario, y seguían hasta su destino al ritmo de sus lápices y carpetas.
Se dirigió al mostrador, donde un hombre canoso de mediana edad atendía a una llamada de teléfono, al tiempo que Cecilia aprovecho para echar un vistazo general al recinto. El suelo era de mármol, de un blanco casi impoluto, con las pareces tapizadas de un material que no lograba averiguar.

-          ¿Desea algo, señorita? – preguntó el hombre canoso al otro lado del mostrador.
-          Soy Cecilia Torres, desde Barcelona, tengo una cita con el director.
-          Espere un segundo – le contestó el hombre, al tiempo que hacía una llamada para localizar a su jefe. – El señor Tegan se encuentra reunido en estos momentos, puede esperarle ahí – le dijo, indicándole unas sillas situadas al fondo a la derecha.
Por segunda vez, en poco tiempo, Cecilia dejaba caerse en una silla de una sala de espera, aunque esta vez el sitio era de una sofisticación que nada tenía que ver con la anterior, con un ajetreo que desbordaba entusiasmo y creatividad, su corazón le empezaba a avisar de que, quizás, tendría que haber escogido el jersey rojo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario