sábado, 14 de julio de 2012

Capítulo 4

La habitación de Cecilia se hallaba en la tercera planta del hotel, justo al lado del ascensor cuya apertura daba directamente al comedor. Había tenido apenas tiempo de dejar las maletas sobre la cama para comprobar que la habitación superaba con creces sus expectativas, tal vez influenciadas por esa fama de tacaño que perseguía a Marc allá por donde pisaba. Las paredes eran de un tono azul claro, contrastando con el del cielo londinense, una moqueta de lana cubría el total del suelo de la habitación, exceptuando el del cuarto de baño, cuya bañera con jacuzzi empezaba a hacer las delicias de la nueva inquilina.

Casi no había tenido tiempo para nada desde que llegase al “Breakfast and tiffany's”, exceptuando una breve parada en el comedor, donde un camarero se las había visto y deseado para prepararle un zumo recién hecho, cuando se decidió marcar el número de Cintia.

-          Dime que no estás enfadada – el tono de suplica de Cecilia enervó aun mas a su amiga.

-          Pero quien tenemos al otro lado del teléfono, si es la diseñadora del momento – ironizó Cintia.

-          Venga Cintia, perdóname, estos dos días he estado hasta arriba, que sepas que eres la primera persona que llamo desde que estoy aquí – dijo Cecilia, simpática.

-          La próxima vez, que esa primera persona sea llamada antes, si no quieres hacerla enfadar – respondió Cintia, resignada ante el desastre que tenía por amiga- Bueno, cuéntame, ¿Qué tal el viaje? Me imagino que el hotel no será gran cosa, pero ya conoces a Marc…

-          Bueno, no está tan mal como puedes pensar – mintió Cecilia, a quien la sola idea de escuchar a su amiga recordándole las preferencias de Marc hacia ella le daba dolor de cabeza.

-          ¿Nerviosa con el primer desfile de mañana? – preguntó Cintia

-          ¿Están los demás nerviosos por verme a mí? – replicó Cecilia, burlona.

-          Eres imposible, ¿Lo sabes verdad? Oye, te tengo que dejar, mientras algunas están en Londres en un hotel, en Barcelona hay gente que sigue trabajando y esas cosas, llámame mañana, si no quieres enfadarme aun mas.


Cecilia se despidió de su amiga, prometiéndole que la mantendría al tanto sobre la jornada que se avecinaba mañana. Esperaba impaciente la hora del desfile, donde podría observar las evoluciones de sus más exitosos compañeros y anotar en su cuaderno los detalles más reseñables, al tiempo que se imaginaba a si misma al año siguiente saludando desde lo alto de la pasarela rodeada de todas sus ideas.

Dudó entre comer en el comedor del hotel o pasar por un Mcdonalds que había visto al llegar justo en la esquina de la calle, cuando el hecho de tomar un poco de aire puro la hizo inclinarse por lo segundo. Dio un paseo a orillas del Tamesis, aprovechando la cercanía de su hotel con el río, donde recordó la mañana en que, pasando la tarde juntos a sus padres, se preguntó quién sería el que hacia esos huecos en la tierra para que toda esa agua pasase por allí.
 Regresó al hotel a eso de las 8, un poco disgustada ante el hecho de que la gente en Inglaterra se refugiase tan pronto en casa, aun tendría que hacerse al horario de vida de la ciudad.

 De vuelta a su habitación, a pesar de la tentación que suponía el jacuzzi que parecía observarla desde el baño, el agotamiento hizo que se dejara caer sobre la cama, donde en poco minutos, aun con la ropa puesta, pero inquita a causa de la emoción, empezó a cerrar los ojos a la víspera de un día que prometía ser agotador, pero que, ante todo, prometía ser un gran día.

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