Una extensa moqueta roja cubría el salón de actos del
hotel “Breakfast and
tiffany's”, especialmente adecuado para acoger la gran semana de la moda
londinense. Decenas de chicas iban de un lado hacia el otro buscando el último
retoque de maquillaje, los fotógrafos y la televisión luchaban por un sitio de
privilegio al final de la sala, al tiempo que los encargados de mantenimiento colocaban
las sillas de los invitados en riguroso orden, se alejaban para ver su disposición,
las cambiaban de nuevo y finalmente las
dejaban como al principio.
Se
respiraba en el lugar un aroma de prestigio y elegancia que pocos lugares podía
imitar en el mundo, a la vez que los cumplidos a los diseñadores que paseaban
por la sala y las sonrisas forzadas se extendían por cualquier esquina. Era,
sin duda, un lugar sofisticado.
-
Pensaba
que esta gente solo se quedarían en el hotel para pasar las noches, ¡No que el
propio desfile iba a ser aquí! – la cercanía del comienzo del acto denotaba
cierto nerviosismo en el tono de Arnold.
-
Yo
tampoco sabía nada señor, le recuerdo que estaba delante suya cuando nos
comunicaron que formaríamos parte del equipo de catering del evento – respondió
Jack, mucho más relajado que su jefe.
-
Eso
ya da igual, chaval, solo te voy a pedir una cosa para esta noche- el tono de
Arnold estaba lejos de aproximarse a una súplica.
-
Usted
me dirá – contestó Jack, en un tono más arrogante del lo que el mismo había
querido darle.
-
Un
solo vaso al suelo Jack, un solo canapé en el vestido de alguna invitada, un mínimo
tropezón con el cordón que llevas desabrochado, y te acordarás toda tu vida de
quien fue Arnold Williams.
Se disponía
a descansar un poco cuando le pareció ver a la chica de la mañana anterior
apoyada en la puerta principal, lo cual hizo que su cansancio decreciera
repentinamente y fuese hacia la fuente de zumo de naranjas recién exprimidas que
se encontraba justo enfrente suya.
Se
acercó a la muchacha, acordándose de su torpeza la mañana anterior, rezando por
no volver a montar un número parecido, solo con el propósito de ofrecerle el
aperitivo que el restaurante había preparado. Al fin y al cabo, él estaba en su
hotel, y ella era su invitada.
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