jueves, 19 de julio de 2012

Capítulo 5


Una extensa moqueta roja cubría el salón de actos del hotel “Breakfast and tiffany's”, especialmente adecuado para acoger la gran semana de la moda londinense. Decenas de chicas iban de un lado hacia el otro buscando el último retoque de maquillaje, los fotógrafos y la televisión luchaban por un sitio de privilegio al final de la sala, al tiempo que los encargados de mantenimiento colocaban las sillas de los invitados en riguroso orden, se alejaban para ver su disposición, las  cambiaban de nuevo y finalmente las dejaban como al principio.

Se respiraba en el lugar un aroma de prestigio y elegancia que pocos lugares podía imitar en el mundo, a la vez que los cumplidos a los diseñadores que paseaban por la sala y las sonrisas forzadas se extendían por cualquier esquina. Era, sin duda, un lugar sofisticado.



-          Pensaba que esta gente solo se quedarían en el hotel para pasar las noches, ¡No que el propio desfile iba a ser aquí! – la cercanía del comienzo del acto denotaba cierto nerviosismo en el tono de Arnold.

-          Yo tampoco sabía nada señor, le recuerdo que estaba delante suya cuando nos comunicaron que formaríamos parte del equipo de catering del evento – respondió Jack, mucho más relajado que su jefe.

-          Eso ya da igual, chaval, solo te voy a pedir una cosa para esta noche- el tono de Arnold estaba lejos de aproximarse a una súplica.

-          Usted me dirá – contestó Jack, en un tono más arrogante del lo que el mismo había querido darle.

-          Un solo vaso al suelo Jack, un solo canapé en el vestido de alguna invitada, un mínimo tropezón con el cordón que llevas desabrochado, y te acordarás toda tu vida de quien fue Arnold Williams.


Poco a poco el nerviosismo de Arnold se fue calmando al observar como Jack se desenvolvía con una naturalidad de la que nunca había hecho gala, al tiempo que la sala fue abarrotándose de gente, ansiosas por empezar a ver lo que la nueva colección podía ofrecerles.


Jack se mostraba sereno, se había pasado toda la noche ensayando en casa con su bandeja, yendo y viniendo de la cocina al salón con ésta llena de vasos y platos de cristal y porcelana, y solo una inoportuna llamada al timbre hizo que uno de ellos diera en el suelo.

Se disponía a descansar un poco cuando le pareció ver a la chica de la mañana anterior apoyada en la puerta principal, lo cual hizo que su cansancio decreciera repentinamente y fuese hacia la fuente de zumo de naranjas recién exprimidas que se encontraba justo enfrente suya.

Se acercó a la muchacha, acordándose de su torpeza la mañana anterior, rezando por no volver a montar un número parecido, solo con el propósito de ofrecerle el aperitivo que el restaurante había preparado. Al fin y al cabo, él estaba en su hotel, y ella era su invitada.

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