La vida de Cecilia
estaba llena de momentos en los que el tiempo parecía trascurrir caprichosamente,
como si un pequeño ser dispusiera a su antojo el movimiento de las agujas del
reloj, adelantándolas de forma rápida o poniendo todo su empeño en que el siguiente
minuto diese con una nueva hora, siempre al contrario de lo que Cecilia desease
en ese momento, así que, como en ese momento Cecilia deseaba con todas su
fuerzas llegar al hospital y que una voz tranquilizadora le dijese que todo era
un susto y Jack se pondría bien de inmediato, el pequeño ser de las agujas del
tiempo se esforzó todo lo que fue capaz por que las agujas avanzasen tan lentas
como pudo.
-
Debe
usted permanecer aquí, enseguida le comunicarán como se encuentra, no se
preocupe, está en buenas manos.
La sala de espera
del Garden Hospital no difería mucho de las salas de hospitales y urgencias que
estaba acostumbrada a ver, paredes amarillentas que no invitaban al optimismo
precisamente, sillas apiladas en fila donde un concierto de suspiros, llantos, gemidos,
preguntas a enfermeros y toses daban la
bienvenida al entrar. Ni siquiera la mujer de recepción era diferente a las que
solían ocupar esos puestos, seria y de pocas palabras, se limitaba a rellenar
la ficha del enfermo de turno y avisarles de su pase a consulta, todo ello sin
esbozar la más mínima sonrisa.
El pequeño ser del
tiempo seguía haciendo de las suyas, y cada vez que Cecilia miraba el reloj de
su muñeca izquierda, segura, esta vez sí, de haber pasado un par de horas desde
la última vez que le dio un vistazo, éste volvía a salirse con la suya, y el
suspiro de la joven se hacía patente en la sala.
Los pasos de una
enfermera, de unos 35 años, se dirigían a la sala de espera al tiempo que
miraba en su carpeta, recordando un nombre que le pareció de origen español.
-
¿La
señorita Cecilia Torres? – dijo la mujer, con voz clara y algo seria.
-
Sí, soy
yo – contestó Cecilia, lo más rápido que pudo.
-
- ¿Es
usted familiar de Jack Doyle?
- - Digamos que soy su persona más cercana en esta sala,
¿Está ya bien? ¿nos podemos ir ya? – preguntó esperanzada.
-
Aun
están realizándole diversas pruebas, su amigo a sufrido un derrame cerebral,
debemos ser prudentes al respecto, haremos todo lo que esté en nuestra mano –
dijo la enfermera, al tiempo que daba una palmadita de ánimo en el hombro de
Cecilia, que se pregunto cuantas veces al día daría ese tipo de palmaditas.
Cecilia quería
preguntarle a la enfermera que significaba exactamente qué harían todo cuanto
estuviese en sus manos, si podría entrar a verlo o cuánto tiempo podría llevarse
en el hospital, pero no preguntó nada de eso, no preguntó nada de nada.
Deseaba que el
pequeño hombrecillo que controlaba el tiempo diese la carrera de fondo más rápida
de su vida con las agujas a cuesta, de modo que sin darse cuenta hubiese pasado
el tiempo necesario para salir junto a Jack por la puerta del Garden Hospital,
reprochándole por el susto que le había dado, pero una vez más, éste volvería a las andadas, poniendo el contador a cero, retrasando cada minuto tanto
como le fuese posible, aumentando el odio hacía él de Cecilia, quien,
resignada, se dejó caer de nuevo en su silla.
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