viernes, 1 de febrero de 2013

Capítulo 21



La visita de Elisabeth duró el tiempo que Cecilia tardó en bajar con la escusa de algo para comer para dejarlos solos. No es que Jack no se alegrase de verla, había pensado muchas veces en ese momento, no fue por rencor, ni por despecho. Tampoco fue por timidez por el tiempo trascurrido, ni siquiera por vergüenza de que el reencuentro se hubiese producido en un hospital, no fue por nada de eso, simplemente fue, por nada. Había imaginado durante los diez últimos años si algún día volvería a verla y como sería. Se imaginaba diciéndole que seguía queriéndola, cogiéndole de la cintura y robándole un  beso que duraría minutos, horas tal vez, quizás toda la vida.
Pero lo que ocurrió poco se pareció al cuento de hadas que Jack había estado formando durante estos años. Fue un encuentro educado, algo forzado tal vez, parecido a cuando ves a tu mejor amigo de la infancia y te das cuenta de que pocas son las cosas que ya os unen.
Elisabeth le contó que había venido por trabajo durante tres meses, y que el señor Arnold le contó lo ocurrido cuando preguntó por él en comedor del hotel. No hablaron nada del pasado, probablemente ambos pensaron que siquiera merecía la pena.
Se despidieron con un abrazo y un beso en la mejilla izquierda, prometiéndose mantener el contacto de aquí en adelante.
De esta forma, Elisabeth abandonó el hospital con el mismo sigilo con el que había entrado, pero con miles de preguntas azotándole la cabeza.
Fue entonces, cuando el pomo de la puerta se cerró y el ruido de la bisagra cesó, cuando Jack comprendió que durante mucho tiempo se había agarrado a la imagen de la chica que vio partir a París cuando apenas era un crio, añorando un amor que ni siquiera el mismo se había dado cuenta que fue cesando lentamente. Pero por encima de todo se dio cuenta de una cosa, y es que las heridas, aunque sean en el corazón, y aunque la cicatriz sea gigante, siempre acaban curándose.

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